El útero artificial es una tecnología que pretende ayudar a los bebés prematuros a completar su desarrollo fuera del vientre materno, imitando las condiciones del ambiente uterino. Sin embargo, su posible uso en humanos ha generado un intenso debate entre sus defensores y sus detractores, que plantean cuestiones médicas, éticas y sociales.
Los bebés prematuros son aquellos que nacen antes de la semana 37 de gestación. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2020 nacieron 13,4 millones de bebés prematuros en todo el mundo, lo que supone un 10% del total. Estos bebés tienen más riesgo de sufrir complicaciones de salud, como problemas respiratorios, neurológicos o digestivos, e incluso de morir.
Actualmente, los bebés prematuros se tratan en incubadoras, que les proporcionan calor, oxígeno y protección. Sin embargo, las incubadoras no pueden replicar las condiciones del útero materno, donde el feto se desarrolla en un líquido amniótico y recibe los nutrientes y el oxígeno a través de la placenta.
El útero artificial, también llamado ambiente extrauterino para el desarrollo neonatal (EXTEND), busca crear un entorno similar al uterino para los bebés prematuros extremos, es decir, los que nacen antes de la semana 28. Estos dispositivos consisten en una bolsa llena de líquido amniótico artificial, donde se introduce al bebé con unos catéteres conectados al ombligo, que hacen las veces de cordón umbilical. Un oxigenador de membrana externo se encarga de suministrar el oxígeno y los nutrientes necesarios al bebé, así como de eliminar el dióxido de carbono y los desechos.
Los investigadores que han desarrollado esta tecnología han logrado mantener con vida a corderos fetales equivalentes a fetos humanos de 24-25 semanas durante cuatro semanas. Su objetivo es poder aplicarla en humanos en un futuro cercano, para mejorar la supervivencia y la calidad de vida de los bebés prematuros.
Sin embargo, el uso del útero artificial en humanos plantea una serie de dilemas éticos y sociales que han generado una gran controversia. Algunos de los argumentos a favor y en contra son los siguientes:
A favor del útero artificial:
• El útero artificial podría salvar la vida de muchos bebés prematuros que no sobreviven o que quedan con secuelas graves.
• El útero artificial podría facilitar el diagnóstico y el tratamiento de posibles anomalías o enfermedades del feto.
• El útero artificial podría reducir el sufrimiento físico y emocional de las madres que tienen un parto prematuro o complicado.
• El útero artificial podría ofrecer una alternativa a las mujeres que no pueden o no quieren gestar a sus hijos por motivos médicos o personales.
En contra:
• El útero artificial podría afectar al vínculo afectivo entre la madre y el hijo, al privarles del contacto físico y emocional durante el embarazo.
• El útero artificial podría interferir en el desarrollo psicológico y social del niño, al aislarle del entorno familiar y cultural desde su nacimiento.
• El útero artificial podría aumentar el riesgo de infecciones o complicaciones médicas para el bebé, al exponerle a un ambiente artificial y potencialmente hostil.
• El útero artificial podría ser utilizado para fines eugenésicos o comerciales, al permitir la selección o manipulación genética de los fetos o la gestación por encargo.
Como se puede apreciar, el debate sobre el útero artificial es complejo y no tiene una respuesta fácil. Se trata de una tecnología con un gran potencial médico, pero también con unas implicaciones éticas y sociales muy importantes. Por ello, es necesario establecer unos criterios claros y consensuados para regular su uso y garantizar el respeto a los derechos y la dignidad tanto de los bebés como de las madres.
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