La ansiedad es una emoción normal que todos experimentamos en algún momento de nuestra vida, especialmente ante situaciones que nos generan estrés, incertidumbre o miedo. Sin embargo, cuando la ansiedad se vuelve excesiva, irracional, persistente e interfiere con nuestro funcionamiento diario, se convierte en un trastorno que requiere atención profesional.
Los trastornos de ansiedad son un conjunto de alteraciones psicológicas que se caracterizan por la presencia de síntomas emocionales, fisiológicos y cognitivos relacionados con la activación excesiva del sistema nervioso. Estos síntomas pueden incluir nerviosismo, temblores, taquicardia, sudoración, dificultad para respirar, mareos, insomnio, ataques de pánico y pensamientos negativos o catastrofistas.
¿Qué son los trastornos de ansiedad y cómo se diferencian?
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), existen diferentes tipos de trastornos de ansiedad según la naturaleza, la intensidad y la duración de los síntomas, así como los factores desencadenantes o las situaciones que los provocan. A continuación, se describen brevemente los principales tipos de ansiedad:
– Trastorno de ansiedad generalizada (TAG): se caracteriza por una preocupación excesiva, difícil de controlar y prolongada (más de 6 meses) por diversos aspectos de la vida cotidiana, como el trabajo, la salud, la familia o el futuro. La persona con TAG suele anticipar lo peor y sentirse incapaz de afrontar las situaciones. Además, suele presentar síntomas físicos como tensión muscular, fatiga, irritabilidad o dificultad para concentrarse.
– Trastorno de pánico: se caracteriza por la aparición recurrente e inesperada de crisis o ataques de pánico, que son episodios breves (unos 10 minutos) de miedo intenso o terror acompañados de síntomas físicos como palpitaciones, opresión en el pecho, sensación de ahogo, temblores, sudoración o mareos. La persona con trastorno de pánico suele tener miedo a sufrir otro ataque, a perder el control o a morir, lo que puede llevarla a evitar situaciones o lugares donde cree que puede desencadenarse una crisis.
– Agorafobia: se caracteriza por un miedo intenso y persistente a estar en lugares o situaciones donde escapar puede ser difícil o embarazoso, o donde no se puede recibir ayuda en caso de tener un ataque de pánico u otro síntoma incapacitante. La persona con agorafobia suele evitar lugares como calles concurridas, centros comerciales, transporte público o espacios abiertos o cerrados. En casos severos, puede llegar a confinarse en su casa.
– Fobia específica: se caracteriza por un miedo intenso y persistente a un objeto o situación específica que provoca una respuesta de ansiedad desproporcionada al peligro real que representa. La persona con fobia específica suele reconocer que su miedo es irracional, pero no puede controlarlo y evita el estímulo fóbico a toda costa. Algunos ejemplos de fobias específicas son el miedo a las alturas (acrofobia), a los animales (zoofobia), a la sangre (hemofobia) o a los espacios cerrados (claustrofobia).
– Fobia social: se caracteriza por un miedo intenso y persistente a las situaciones sociales o de rendimiento donde la persona se siente observada, evaluada o juzgada por los demás. La persona con fobia social suele temer actuar de forma humillante o vergonzosa y ser rechazada o criticada por los demás. Por ello, evita las situaciones sociales como hablar en público, comer en público, conocer gente nueva o asistir a fiestas. También puede presentar síntomas físicos como ruborización, sudoración, temblor o náuseas.
– Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC): se caracteriza por la presencia de obsesiones y compulsiones. Las obsesiones son pensamientos, imágenes o impulsos recurrentes e intrusivos que causan ansiedad o malestar. Las compulsiones son comportamientos o actos mentales repetitivos que la persona realiza para reducir la ansiedad o el malestar provocados por las obsesiones. Algunos ejemplos de obsesiones son el miedo a la contaminación, a hacer daño a alguien o a cometer un error. Algunos ejemplos de compulsiones son lavarse las manos, comprobar cosas, ordenar objetos o rezar.
Estos son algunos de los tipos de ansiedad más comunes, pero existen otros como el trastorno de estrés postraumático, el trastorno de ansiedad por separación o el trastorno de ansiedad inducido por sustancias. Cada tipo de ansiedad tiene sus propias causas, factores de riesgo, síntomas y tratamiento, por lo que es importante consultar con un profesional de la salud mental que pueda realizar un diagnóstico adecuado y ofrecer una intervención personalizada.
La ansiedad es un problema que afecta a millones de personas en el mundo y que puede tener consecuencias negativas para la salud física y mental, así como para el bienestar y la calidad de vida. Sin embargo, con un tratamiento apropiado, basado en la psicoterapia y, en algunos casos, en la medicación, se puede aprender a manejar los síntomas y a superar el trastorno.
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