Los niños pequeños son curiosos, creativos y llenos de energía. También pueden ser desafiantes, frustrantes y difíciles de manejar. ¿Cómo podemos educar a nuestros hijos de manera positiva y respetuosa, sin recurrir a los gritos, los castigos o las amenazas?
La disciplina positiva es un enfoque que busca enseñar a los niños a comportarse de forma adecuada, sin dañar su autoestima, su confianza o su capacidad de aprender. La disciplina positiva se basa en los principios de la psicología humanista, que considera que los niños son seres sociales que necesitan sentirse queridos, aceptados y competentes.
La disciplina positiva no es permisiva ni autoritaria. Es firme y amable al mismo tiempo. Reconoce que los niños tienen necesidades, sentimientos y motivaciones propias, y que debemos respetarlos y comprenderlos. Al mismo tiempo, establece límites claros y coherentes, y ofrece consecuencias lógicas y naturales para las conductas inadecuadas.
Algunas estrategias de disciplina positiva que podemos aplicar con nuestros hijos son:
– Usar el refuerzo positivo: elogiar y reconocer las conductas adecuadas, en lugar de centrarnos solo en las negativas. Así fomentamos la autoestima, la motivación y el aprendizaje de los niños.
– Evitar las etiquetas: no llamar a los niños “malos”, “traviesos” o “desobedientes”. Estas palabras pueden afectar su autoconcepto y generar más conductas problemáticas. En su lugar, podemos describir lo que hacen y cómo nos sentimos al respecto, sin juzgarlos como personas.
– Escuchar activamente: mostrar interés y empatía por lo que los niños nos dicen, sin interrumpirlos, criticarlos o minimizarlos. Así les demostramos que los valoramos y que nos importan sus opiniones y sentimientos.
– Validar las emociones: reconocer y aceptar lo que los niños sienten, sin negarlo, reprimirlo o ridiculizarlo. Los niños tienen derecho a expresar sus emociones, aunque no nos gusten o no las compartamos. Podemos ayudarlos a identificarlas, nombrarlas y regularlas de forma adecuada.
– Ofrecer opciones: dar a los niños la oportunidad de elegir entre varias alternativas razonables, siempre que sea posible. Así fomentamos su autonomía, su responsabilidad y su sentido de control.
– Usar el humor: aprovechar el sentido del humor para aliviar la tensión, desviar la atención o cambiar el estado de ánimo. El humor puede ser una herramienta muy útil para resolver conflictos, siempre que no sea sarcástico, ofensivo o burlón.
– Ser un modelo: los niños aprenden más de disciplina por lo que hacemos que por lo que decimos. Por eso, debemos ser coherentes entre nuestras palabras y nuestras acciones, y mostrarles cómo queremos que se comporten. Si queremos que sean respetuosos, educados y amables, nosotros debemos serlo primero.
Estas son solo algunas ideas para manejar el comportamiento de los niños pequeños de forma positiva y efectiva. No hay recetas mágicas ni soluciones universales en la disciplina. Cada niño es único y cada situación es diferente. Lo importante es tener paciencia, flexibilidad y amor, y recordar que los niños no son adultos en miniatura, sino seres en desarrollo que necesitan nuestra guía y nuestro apoyo.
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