El líder del grupo paramilitar ruso Wagner, Yevgeny Prigozhin, protagonizó el fin de semana uno de los episodios más dramáticos de la historia reciente de Rusia, al anunciar una rebelión armada contra el gobierno de Vladimir Putin y luego desistir de ella tras negociar con Bielorrusia.
Prigozhin, un oligarca cercano a Putin desde los años 90, fundó Wagner para apoyar a las fuerzas rusas. Desde entonces, sus actividades se han extendido a varias regiones de África y Oriente Medio, donde han sido acusados de cometer crímenes de guerra.
Tras la invasión rusa de Ucrania el año pasado, Wagner jugó un papel clave en varias batallas, especialmente en la larga y brutal lucha por Bakhmut.
Yevgeny Prigozhin, el jefe de Wagner que desafió a Putin y luego se retractó
Sin embargo, el líder de estos mercenarios empezó a criticar duramente a los generales rusos por su incompetencia y por dejar morir a miles de sus combatientes sin suficiente munición.
El viernes pasado, Prigozhin acusó al ejército ruso de atacar un campamento de Wagner y matar a “una gran cantidad” de sus hombres, lo que Moscú negó. Entonces dijo que tenía una fuerza de 25.000 hombres dispuestos a “terminar con este desastre” y amenazó con marchar sobre Moscú.
Putin reaccionó con dureza y acusó a su ex chef de traición y de organizar “una rebelión armada” dentro de Rusia. El sábado, las fuerzas leales al presidente ruso tomaron el control de las instalaciones militares que habían sido ocupadas por Wagner en dos ciudades.
La rebelión frustrada del jefe de Wagner contra Putin
La crisis pareció resolverse el domingo, cuando el gobierno de Bielorrusia, aliado cercano de Rusia, anunció que había negociado un acuerdo para que el grupo armado se desmovilizara y evitar así un choque con las fuerzas militares regulares rusas.
Prigozhin aceptó ir al exilio en Bielorrusia y ordenó a sus hombres detener su avance hacia Moscú. También dijo que no tenía intención de derrocar a Putin, a quien consideraba su “líder legítimo”, sino solo de protestar por la situación de Wagner.
El episodio ha sido el mayor desafío al poder de Putin desde que asumió el cargo hace más de dos décadas. También ha puesto en evidencia las tensiones internas dentro del régimen ruso y la ambición desmedida de Prigozhin, un hombre que pasó de ser “el chef de Putin” a un señor de la guerra rebelde.
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